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Retrato
de Manuel Godoy (F. Bayeu) |
INTRODUCCIÓN
El estallido de la Revolución Francesa en 1789 alteró de forma
notable el equilibrio internacional, poniendo en guardia a las
diferentes monarquías europeas. A pesar de los recelos y miedos que
semejante levantamiento popular suscitó en la Corte Española, su
continuidad estaba asegurada gracias al apoyo incondicional de la
Iglesia y a la utilización de la inquisición como cortafuegos.
Una vez estabilizado el país vecino con
la presencia de Napoleón como nuevo Emperador, la decadente monarquía
española dominada desde 1792 por el valido del rey Carlos IV, Manuel
Godoy, retomó la tradicional alianza con Francia en claro
enfrentamiento contra el enemigo común, Inglaterra, y su aliado
Portugal. Una vinculación poco fructífera para España que la llevaría
a la derrota de Trafalgar, a la pérdida del control de las colonias
en América y a la clara subordinación de España a Napoleón, quien,
con la excusa de invadir Portugal (tratado de Fontainebleau), desplegó
sus tropas a comienzos de 1808 en lugares estratégicos de la Península:
Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona y Figueras.
Para colmo de males y al igual que
sucediera en siglos anteriores, el exceso de poder acumulado por el
favorito del rey, Manuel Godoy, generó la envidia, el odio y el
complot de aquellos miembros de la Corte que hasta entonces
disfrutaban del favor Real. Comenzando por el propio príncipe
heredero y su esposa y siguiendo por algunos miembros de la alta
aristocracia, como el Duque del Infantado, la iglesia no pudo faltar a
las intrigas en la figura del canónigo Escoiquiz, preceptor del príncipe
y auténtico creador del partido fernandino, encargado de desacreditar
y difundir todo tipo de bulos e infundios entre la población (una táctica
muy utilizada en nuestros días) para manipular a las aborregadas
masas y difundir un creciente odio hacia la figura de Godoy y del
propio Carlos IV, que desembocaría en marzo de 1808 en el motín de
Aranjuez, la deposición y encarcelamiento de Godoy y la obligada
abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII.
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La
Familia de Carlos IV (Francisco de Goya, Museo del Prado) |
Una situación esperpéntica de
enfrentamiento dentro de la propia Corona, que generó una sensación
de inestabilidad y vacío de poder, y que puso a España en bandeja
para ser tomada por Napoleón. Éste último, con una táctica
inteligente, como magnífico general que era, se convirtió en
intermediario entre el rey Carlos IV y su hijo Fernando VII, a los que
atrajo a Bayona para dirimir sus rencillas personales. Una vez allí,
les obligó a abdicar en favor de su persona y nombró a su hermano
José Bonaparte como Rey de España.
En Madrid, mientras tanto, las tropas
francesas enviaban al pequeño infante Francisco de Paula (futuro
comendador de Corral de Almaguer) a reunirse con el resto de la
familia real en Bayona el día 2 de mayo de 1808, ante una multitud
enfurecida delante de las puertas del palacio. La muchedumbre fue
disuelta por un batallón de granaderos y la noticia originó una
sangrienta reacción del pueblo de Madrid contra los franceses. Al día
siguiente, 3 de mayo, el comandante del ejército francés y
gobernador de Madrid, Joaquín Murat, tomó medidas ejemplarizantes
para restablecer el orden, fusilando a todos aquellos que habían sido
apresados con las armas en la mano, escena recogida por Goya en el
cuadro de los fusilamientos del 3 de mayo. Ese mismo día, Andrés
Torrejón, alcalde de Móstoles, declaró la guerra a los franceses.
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José
Bonaparte |
El estado de desconcierto, desorganización
y vacío de poder en el que quedó sumida la nación, motivó que las
autoridades y otros grupos políticos no comenzaran a reaccionar hasta
finales de mayo, formando las primeras juntas provinciales, en un
intento por organizar la resistencia contra el gobierno y ejército
invasor. Juntas dirigidas en su gran mayoría por ilustrados de
tendencia liberal, a los que se unieron representantes de todos los
estamentos y clases sociales: nobles, absolutistas, intelectuales,
universitarios, burgueses, militares, clero y, sobre todo, las clases
populares que por fin se atrevían a levantar la voz.
El Alistamiento de 1808 en Corral de
Almaguer
La ciudad de Toledo, ocupada por tropas
francesas y sin capacidad de reacción por parte de los vecinos, sufrió
todo tipo de robos, saqueos y destrozos en su rico patrimonio, hasta
que la derrota francesa de Bailen motivó la retirada de las tropas
hacia el norte. Fue entonces cuando, libres de soldados y tras no
pocas celebraciones, se comenzaron a organizar las autoridades y se
formó la Junta Provincial de Toledo, a la que denominaron “Junta
Permanente de Tranquilidad Pública”
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Proclama
de 1808 |
Una de las primeras iniciativas de la
mencionada Junta, fue publicar una Proclama el 8 de agosto de 1808, en
la que se mandaba realizar un padrón de los varones comprendidos
entre 16 y 40 años, tanto en Toledo como en los demás pueblos de la
provincia. Con ello se intentaba conocer el número de fuerzas con que
teóricamente contaban las autoridades, ante un eventual reclutamiento
forzoso para luchar contra los franceses. La Proclama decía lo
siguiente:
I.-- Las Justicias de los pueblos
formaran un padrón exacto del Vecindario de cada pueblo en que, sin
distinción alguna, se comprenderán todos los varones avecindados
desde la edad de 16 á 40 años cumplidos, incluyendo en él aun los
ordenados de Tonsura y Grados.
II.-- Se tendrá especial cuidado de
anotar la edad de cada vecino, su estatura, especificando al mismo
tiempo su calidad, estado, clase, distinguiendo para mejor proceder la
primera, tercera, quarta y quinta de que hace mención el artículo I
tit. III de la Real Declaración de Milicias de 1767.
III.--También se dará razón
circunstanciada de los sujetos retirados con buena licencia del Real
servicio, y de los quintos que hubiesen cumplido su tiempo ya sea en
el exército, ya en las Milicias.”
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Comienzo
del Padrón |
En Corral de Almaguer, donde ya se habían
producido enfrentamientos directos entre los vecinos y las tropas
francesas durante los primeros meses de la invasión…”y últimamente
que habiéndose establecido alguna de estas tropas en Corral de
Almaguer, han causado en aquel vecindario muchos males, y la muerte
violenta de varias personas...,” dicha proclama se
recibió en la tarde del 15 de agosto de 1808, pero no pudo llevarse a
efecto hasta el día 19, “...por el tránsito continuado
de las tropas del Ejército de Murcia por esta villa..”.
Solventada esa circunstancia, el Alcalde Mayor de la villa Jacobo Vázquez
García, mandó publicar el correspondiente edicto que se fijó en el
sitio de costumbre (la tabla de bandos de la plaza) para el
conocimiento general de la población. La noticia corrió como la pólvora
y al día siguiente se presentaron los mozos convocados en el
Ayuntamiento.
El día 20 de agosto, en presencia del
Alcalde Mayor, Jacobo Vázquez García, el cura párroco, Juan Domingo
Vélez Camino, los Procuradores Síndicos señores Cristóbal Martínez
Bujanda y Antonio Modesto Morales, además del escribano del
Ayuntamiento Valentín Dámaso Amores, comenzó el alistamiento
oficial. Hay que aclarar a este respecto, que las autoridades de
Corral de Almaguer no fueron lo suficientemente diligentes a la hora
de confeccionar el mencionado alistamiento, pues mientras en la mayoría
de pueblos el padrón se hacía “a casa hita”,
es decir calle por calle y casa por casa, recogiendo todo tipo de
datos sobre los convocados (domicilio, estado civil, profesión, número
de hijos etc.), en Corral de Almaguer se confeccionaba mediante citación
pública en el Ayuntamiento, limitándose a inscribir el nombre, la
edad y la estatura de los que se presentaron. Una circunstancia que
nos ha privado de conocer muchísimos datos demográficos, sociales y
económicos sobre nuestros antepasados de cuarta, quinta y sexta
generación (trastatarabuelos, pentabuelos y hexabuelos), pero que no
por ello deja de ser el padrón más completo y antiguo descubierto
hasta la fecha en Corral de Almaguer, con la excepción de otro de
1610 referente a la minoría morisca afincada en nuestra población.
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una
de las hojas del Padrón |
El padrón de 1808 es por lo tanto un
censo interesante, pero incompleto, que recoge un total de 465
individuos varones en la franja comprendida entre los 16 y los 39 años
(los de 40 ya no se incluyeron) obviando a los niños menores de 16 años,
a los hombres mayores de 39, a los religiosos del convento de San
Diego, a las monjas del convento de San José y al resto de mujeres de
la población, ignoradas totalmente desde el punto de vista
administrativo, que seguirán siendo invisibles hasta la obtención
del derecho al voto durante la Segunda República (año 1931). A pesar
de todo, el presente alistamiento es especialmente relevante para
conocer algunos aspectos demográficos de la población, como la
estatura media, la natalidad, los nombres y apellidos más comunes y
una oportunidad de oro para aquellos que andan enfrascados en la búsqueda
de sus ancestros y en la elaboración de sus árboles genealógicos.
El documento original, compuesto por 32 páginas,
se encuentra custodiado en el archivo Municipal de Toledo, Caja 6074,
y puede ser consultado por cualquiera que esté interesado en su
investigación en los siguientes enlaces:
Este primero en su versión original
Este otro ya transcrito en pdf, con añadidos
de estatura y año de nacimiento.
ANÁLISIS DEL DOCUMENTO
El documento que redactaron las
autoridades de Corral de Almaguer, se atiene a lo establecido en la
Instrucción de la Junta de Toledo, donde se hacía mención expresa a
la Real Declaración de Milicias de Carlos III de 1767 y a la
posterior creación del servicio militar obligatorio en 1770 con el
sistema de “quintas”, por el que una quinta parte de los varones
pecheros comprendidos entre los 18 y los 36 años de edad, eran
sorteados cada año para servir en el ejército en un intento por
solventar la falta de tropas y la decadencia del ejército español.
Eran las bases del futuro servicio militar obligatorio, de donde
procede el nombre de “quintos”, pero del que estaban exentos los
incapacitados físicos, los que no alcanzaran 5 pies de estatura, los
hidalgos y un sinnúmero de profesionales, estamentos religiosos y
situaciones familiares. Pues bien, en base a las mencionadas
ordenanzas, el censo se dividió, tal y como exigía la proclama, en 5
clases o apartados diferentes, más otro que recogía los que habían
servido en el ejército por su quinta o de forma voluntaria y se
encontraban ya licenciados:
1º SOLTEROS O VIUDOS SIN HIJOS NI
HACIENDA. Aquí se incluyen los más jóvenes, muchos de
ellos todavía en fase de crecimiento y por lo tanto con las estaturas
más bajas. Prácticamente todos debían de ser jornaleros, o como
mucho trabajar para la propia familia si se era hijo de agricultor con
yunta de mulas. En este apartado contamos un total de 168
mozos y uno de ellos, Benito Murillo, no se presentó por las
circunstancias que fueran (muerte, enfermedad, ausencia de la
localidad, etc…)
2º. OTROS SOLTEROS. (SOLTEROS DEL
ESTADO NOBLE). En una sociedad fuertemente clasista como la
del Siglo XIX, nunca se juntaban churras con merinas y era obligado
hacer distinción de la gente del vulgo o estado llano y de la gente
de la nobleza o aristocracia de los pueblos. En este apartado
encontramos un total de 5 individuos.
3º CASADOS Y VIUDOS SIN HIJOS Y MOZOS
SOLTEROS CON CASA ABIERTA (CASA PROPIA) DE OFICIO MENESTRAL
(ARTESANOS, COMERCIANTES) O CON HACIENDA INSUFICIENTE PARA UNA YUNTA
DE MULAS. Este grupo estaba formado básicamente por los
individuos que se dedicaban a oficios diferentes a la agricultura y la
ganadería y que por aquel entonces se denominaban oficios menestrales
(herreros, cardadores, sastres, zapateros, molineros, carpinteros,
sacristanes, etc…). En este apartado encontramos un total de 73
mozos
4ºA SOLTEROS, CASADOS Y VIUDOS
MENESTRALES CON CASA ABIERTA Y HACIENDA PROPIA, PERO SIN HIJOS. En
este grupo sólo encontramos 1 varón: el escribano y
administrador de los bienes de las encomiendas D, Ángel López
Higueras.
4ºB SOLTEROS, CASADOS Y VIUDOS
MENESTRALES CON CASA ABIERTA Y HACIENDA PROPIA, SIN HIJOS, PERO DEL
ESTADO NOBLE. Con la obsesión de las clases altas por
distinguirse de la chusma y dejar claro quién pertenecía o no a la
aristocracia, este cuarto grupo se dividió en dos partes separadas,
al consignar que el escribano o notario D. Ángel López Higueras era
un simple funcionario y no un miembro de la nobleza. En este apartado
encontramos a 2 individuos.
5º CASADOS CON HIJOS. Se
trata del grupo más numeroso del padrón, en el que encontramos el
mayor número de varones entrados en la treintena y de mayor altura.
En este apartado encontramos un total de 193 individuos.
6º SOLTEROS Y CASADOS RETIRADOS DEL
SERVICIO DEL REY CON BUENA LICENCIA. En este último grupo se
consignaron los mozos que habían acabado su servicio militar en
distintos regimientos y milicias y que, por lo tanto, no entrarían en
el alistamiento a no ser de forma voluntaria. Encontramos en este
apartado un total de 22 mozos.
NOMBRES Y APELLIDOS
El Alistamiento de 1808 nos facilita el
nombre y el primer apellido de cada uno de los varones inscritos en el
padrón. En caso de apellidos compuestos también figura el segundo
apellido. Si se trata de bachilleres, licenciados o nobles, se les
antepone el Don y se dan los dos apellidos precedidos
por la partícula de y en ocasiones la conjunción y,
por ejemplo: ― D. Antonio de la Fuente y Badillo.
Analizando el mencionado documento, que
se puede consultar en su totalidad en los enlaces arriba indicados,
podremos conocer los nombres y apellidos más frecuentes de la población,
cuáles de ellos han pervivido hasta nuestros días y, como ya
comentamos con anterioridad, rastrear en el listado a nuestros
antepasados.
De esta manera, en el censo que nos ocupa
podemos contabilizar un total de 92 nombres diferentes, de los cuales
aparecen más de 10 veces: José, Francisco, Manuel, Antonio, Juan
Manuel, Pedro, Vicente, Juan y Gabriel.
De 3 a 10 veces aparecen los nombres: José
Antonio, Bernardo, Juan José, Julián, Andrés, Diego, Alfonso, Juan
Antonio, Miguel, Jesús, Ignacio, Felipe, Ángel, Juan Francisco, Tomás,
Rafael, Pascual, Nicolás, Luis y Benito.
Y finalmente de 1 a 3 veces y por lo
tanto los menos comunes, son: Águedo, Agustín, Alejandro, Ambrosio,
Amós, Apolinar, Atanasio, Baltasar, Bartolomé, Blas, Braulio,
Carlos, Casto, Cayetano, Ceferino, Celestino, Cipriano, Cristóbal,
Dionisio, Domingo, Estanislao, Eugenio, Faustino, Fermín, Francisco
Antonio, Gervasio, Gregorio, Higinio, Hilario, Jacinto, Joaquín, José
Ignacio, Juan Alfonso, Juan Julián, Juan Pablo, León, Lorenzo,
Lucas, Luciano, Manuel Antonio, Marcelino, Mariano, Martín, Matías,
Modesto, Narciso, Nemesio, Pablo, Patricio, Pedro Antonio, Pedro José,
Plácido, Raimundo, Roque, Rufino, Santiago, Santos, Sebastián,
Silvestre, Tadeo, Valentín, Víctor y Victorio.
El siguiente gráfico, con los nombres más
repetidos, nos muestra de manera clara lo anterior.
En lo que respecta a los apellidos, nos
vamos a encontrar con un total de 194 apellidos distintos, buena parte
de los cuales siguen vigentes en la actualidad. A continuación vamos
a poder ver un listado en orden alfabético, con los apellidos
recogidos en el alistamiento.
APELLIDOS QUE APARECEN EN EL LISTADO Y
SU FRECUENCIA
Dentro del alistamiento, se repiten 10 o
más veces: Real, Rodríguez, Alcázar, García-Gasco y
Carrasco.
Entre 5 y 10 veces: Aguado,
Campo-Díaz, de la Peña, Díaz, Domínguez, García-Talavera,
Lominchar, López, Lozano, Mancheño, Martínez-Cautivo, Molero,
Paniego, Pérez, Ramírez, Salazar, Tercero, Tostado y Zarco.
4 veces se repiten los siguientes
apellidos: Amores, Caballero, Carpintero, Chacón, Collado,
Duro, García-Ballesteros, González, Grima, López-Villamayor, Muñoz,
Navarro, Raposo, Redondo y Tello.
En el siguiente gráfico podemos observar
los apellidos más comunes y su frecuencia.
ESTATURA
Como en todos los censos de carácter
militar, la talla de los varones era una de las características básicas
recogidas en el alistamiento, pues de ella dependía que el mozo
llamado a filas pudiera librarse o no de ir al ejército y/o a la
guerra. Algo que no siempre llevaban bien los afectados, pues para la
mirada del resto de los vecinos, aquellos que “no daban la
talla” (5 pies) eran considerados no útiles
para el ejército y por lo tanto “inútiles”.
Expresiones ambas que han llegado hasta nuestros días con carácter
peyorativo.
En la fecha que nos ocupa y hasta la
adopción en 1849 del Sistema Métrico Decimal, las medidas de
longitud utilizadas para medir distancias cortas eran, “el pie”,
“la pulgada” y “la línea”, siendo el “pie de
Burgos” o “pie castellano” (27,86 cms), la medida estándar
utilizada en toda España. Sin embargo, en el ejército, la influencia
de los borbones –franceses como los invasores- se había dejado
notar y se había sustituido el pie castellano por el “pie
de París” o “pie de Rey” (32,48 cms.). Las medidas
utilizadas por lo tanto para medir a los mozos fueron: El pie de París
= 32,48 cm; la Pulgada = 2,71 cm.; y la Línea = 0,23 cm.
Tras analizar las diferentes tallas de
los incluidos en el alistamiento y convertirlas al Sistema Métrico
Decimal, podemos concluir que nuestros antepasados de hace más de dos
siglos eran bastante más bajos que los actuales, estimándose su
estatura media en torno a (163 cms.), coincidiendo prácticamente
con la media recogida por Héctor García Montero en su estudio “El
nivel de vida biológico de los españoles a finales del Antiguo Régimen”
realizado sobre las totalidad de los Alistamientos de 1808 en la
provincia de Toledo. En Corral de Almaguer las medidas oscilan entre
los 1,30 ms. de José Castejón, con 16 años de edad y los 1,76 ms.
de José Manuel García-Gasco de 26 años y Antonio Lominchar de 34.
NATALIDAD
Aunque el alistamiento de 1808 es un
censo incompleto, pues sólo recoge una parte de la población de
Corral de Almaguer (por aquél entonces cifrada en torno a los 3.500
habitantes, según el Censo de Floridablanca), sí nos sirve en cambio
para hacernos una idea aproximada de la natalidad a finales del Siglo
XVIII, en base al número total de individuos por cada franja de edad.
Es decir: como el censo se hizo en el año 1808, sabemos que los
varones de 39 años nacieron en 1769, los de 38 en 1770 y así
sucesivamente hasta llegar a los de 16, que nacieron en 1792. Si ahora
comprobamos el total de varones por cada franja de edad (16, 17, 18 años
etc…) obtendremos el número aproximado de nacimientos por año.
Cifras inexactas, pues no tienen en
cuenta a los que murieron antes de llegar a esa edad ni a las mujeres
nacidas en esos mismos años, pero que nos ayudan a relacionar los años
de menor natalidad con sus posibles causas (malas cosechas, epidemias,
guerras o hambrunas).
En el siguiente gráfico nos podemos
hacer una idea de lo anteriormente mencionado.
Como podemos comprobar en el gráfico,
los años 1771, 1777 y 1787 fueron especialmente desastrosos para la
natalidad de Corral de Almaguer, lo que nos lleva a suponer que, o
bien el año anterior se engendraron pocos niños por los problemas
económicos que arrastraban las malas cosechas, el hambre y las
enfermedades o, más probablemente, que ese mismo año apareció
alguna epidemia catastrófica para la infancia, del tipo de (garrotillo
–difteria-, tabardillo –tifus-, viruela, fiebres tifoideas,
sarampión, escarlatina….) que se unía a las enfermedades crónicas
habituales en nuestra población, como las tercianas (paludismo o
malaria).
CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS
Aunque incompleto, el alistamiento recoge
también algunos datos curiosos que pueden ayudarnos a dar respuestas
o clarificar el porqué de determinados apelativos que perduran en la
actualidad y que nosotros tomábamos como motes. Este es quizás el
caso de apellidos como Roscas, Juncares o Cancarrín.
De igual manera el presente padrón
recoge, junto a determinados nombres, algunos datos referentes a su
profesión, o al apodo con el que se identificó el mozo a la hora de
inscribirse. Este fue el caso del licenciado D. Jesús García
(boticario), Valentín Dámaso Amores (escribano), D. Francisco Martínez
Raposo (ordenado de hábitos menores), D. Ángel López Higueras
(escribano), D. Lucas Alonso Santurde (boticario), Rafael Alcázar
(menores), José García-Gasco (fole), José Antonio Pérez (terroso),
José García-Gasco (bicha).
Cabe destacar también la identificación
de algunos elementos geográficos del término con el nombre de sus
propietarios y que, con el paso del tiempo, se van borrando de la
memoria colectiva. Este es el caso de D. Cristóbal Martínez Bujanda,
procurador síndico del Ayuntamiento y propietario de la “Cueva
Bujanda”, o del mismísimo
José Lozano “Antito”, dueño del pequeño cerro existente a la
salida de la población rumbo a Quintanar de la Orden.
RUFINO
ROJO GARCÍA-LAJARA
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