Algunos apuntes y aclaraciones sobre los orígenes de las cofradías de Semana Santa. La cofradía de la Vera Cruz


Cristo amarrado a la columna en el taller del escultor Vicente Tena (año 1944)

Se ha hablado tanto de las cofradías. Se han dicho tantas barbaridades respecto a sus orígenes y antigüedad, que quizás convenga aclarar algunos puntos para poder hablar con conocimiento de causa y no caer en el abismo de la ignorancia.

 

 

Y para evitar los habituales errores y baile de siglos, lo mejor es acudir a las fuentes. Es decir: revisar los documentos que componen nuestra historia más antigua, para comprender mejor la evolución de un fenómeno tan curioso como las cofradías. Una institución teóricamente destinada a desaparecer con el paso de los tiempos, que gracias a su arraigo popular supo aguantar los vaivenes de la historia y convertirse en la actualidad en un fenómeno de masas.

 

 

Porque muchos desconocerán que las cofradías se fundaron originalmente como asociaciones gremiales. Es decir: como grupos de personas que, ejerciendo una misma profesión (artesanos, labradores, herreros, curtidores, tejedores, ganaderos, mercaderes etc) se asociaban para apoyarse mutuamente en situaciones adversas (enfermedades, desastres de la naturaleza y muerte). Eran pues instituciones totalmente laicas, dirigidas a practicar la ayuda y el auxilio mutuo entre sus componentes.


El problema es que a finales del siglo XV (época de los Reyes Católicos) que es cuando tenemos constancia de las primeras cofradías de Corral de Almaguer, la vida de los españoles giraba en torno a la religión y la salvación de las almas, por lo que todas se encontraban acogidas bajo la protección de un Santo Patrón. Resquicio éste utilizado por la iglesia para entrar en su control. Pero vayamos a los documentos de la época.
 
Existían a finales del siglo XV y comienzos del XVI, seis cofradías en Corral de Almaguer: La de la Magdalena, la de Nuestra Señora de los Sábados, la del Corpus Christi, la de San Bartolomé, la de San Nicolás y la de Nuestra Señora de la Muela. De las dos primeras tenemos noticias desde el año 1494 y sabemos que estaban formadas por los vecinos más poderosos de la villa (grandes propietarios y mercaderes). Ambas contaban con retablos propios en la vieja iglesia, que serían trasladados a la nueva una vez acabadas las obras. La cofradía del Corpus Christi, por su parte, además de encontrarse entre las más antiguas de la población, era la más importante y la única que efectuaba procesión en la villa. De hecho, el Corpus era por aquel entonces la principal festividad de la localidad. Esta hermandad fue creada por el propio clero y para la organización de su fiesta (que constaba de procesión, danzas de paloteo, comida a todo el pueblo y teatro –autos sacramentales-) contaba con el apoyo económico del Ayuntamiento. La cuarta cofradía, perteneciente al gremio de curtidores (de los que San Bartolomé era patrón) instaló su retablo en la parroquia a mediados del siglo XVI, aunque sabemos de su existencia desde el año 1515. De la cofradía de San Nicolás tenemos noticias desde el año 1524, aunque desconocemos el gremio que la sustentaba (probablemente el de pelaires o tejedores de lana como en otros lugares de España). Finalmente, de la cofradía de la Virgen de la Muela no se tiene noticia alguna hasta el año 1528, aunque todo apunta a que fue creada a comienzos del siglo XVI y estaba integrada por el poderoso gremio de ganaderos.
 

Para decepción de los apologistas de las procesiones de Semana Santa, ninguna de las seis tenía que ver con la Pasión. Se trataba, como hemos dicho anteriormente, de cofradías gremiales o corporativas, que se limitaban a comprar las sepulturas, organizar los entierros y decir ciertas misas semanales por las almas de sus hermanos difuntos. El día de su Santo Patrón, como excepción, desfilaban hasta la iglesia portando el pendón o estandarte de la cofradía y posteriormente disfrutaban de una comida de hermandad.


No sería hasta después de la celebración del Concilio de Trento (1545-1563) con su promoción de las imágenes, los desfiles procesionales y la penitencia pública como reacción a las ideas luteranas, cuando se produciría una auténtica explosión de hermandades por toda la geografía española. Corral de Almaguer no sólo no fue ajeno a esta generalizada tendencia, sino que se convirtió en una de las poblaciones con mayor número de ellas en todo el priorato de Uclés. El aumento fue tan espectacular, que en los cincuenta años que median entre la mitad del siglo XVI (1550) y los comienzos del XVII (1603) en que aparece la primera relación oficial de cofradías, las hermandades de nuestra población triplicaron su número y se incrementaron hasta un total de 18.


Artístico detalle del Cristo amarrado a la columna. (Cortesía de Luis Miguel Carrasco)  
Y como suele ocurrir con todo exceso protagonizado por los seres humanos, al final aparecieron los problemas. Tantas cofradías juntas y tantos mayordomos por hacerse notar, acabaron generando situaciones de soberbia, vanidad, descontrol, escándalos y enfrentamientos, además de numerosos actos indecorosos (borracheras, peleas y obscenidades) como resultado de las rivalidades surgidas entre las hermandades por aparecer ante los vecinos más rumbosas que las demás y ofrecer más carne y vino el día de su fiesta. Objetivos que, como podemos imaginar, se encontraban bastante alejados de sus fines originales y motivaron que la iglesia tomara cartas en el asunto.


En consecuencia, en el año 1603 se obligó a las cofradías a mostrar sus ordenamientos ante las autoridades religiosas con el fin de que éstas los validasen y a presentar un libro de cuentas donde apareciesen reflejadas las partidas de ingresos y gastos. A la mayoría se les prohibieron también las comidas de caridad -que encubrían excesos y borracheras- y a las más poderosas, como la hermandad de Santiago y la de la Virgen de la Muela, se les prohibió que corriesen y lidiasen un toro en la plaza, porque su posterior reparto de carne entre el pueblo solía terminar con numerosos altercados. “… Otrosí, atentos a que de las dichas quentas parece que la dicha cofradía corre un toro en su fiesta; y las cosas espirituales y que se ordenaron para el servicio de Dios Nuestro Señor, como son las cofradías, no se deben mezclar con lo profano, como es correr toros, mandaron que de aquí adelante, a título de la cofradía, no corran en manera alguna el dicho toro, so pena de excomunión mayor y de dos mil maravedíes a cada mayordomo, alcalde e otros oficiales de la dicha cofradía que lo contrario acordaren e hicieren o consintieren, aplicados como dicho es.


Otrosí mandaron que en las quentas de la dicha cofradía, de aquí adelante, pongan cada partida, así del cargo como del descargo, distintamente y con claridad, declarando lo que es cada cosa, y no por mayor y junto como hasta aquí lo han fecho. So pena de dos ducados a cada mayordomo y otros dos ducados al escribano y a cada uno de los demás que las tomaren, aplicados como dicho es. Y que no se resciban las partidas que no ovieren claridad y recaudo necesario …”
 
Las primeras cofradías de Pasión en Corral de Almaguer
Dejando de lado los habituales problemas de las cofradías –que serán una constante a lo largo de su historia- vamos a centrarnos ahora en el listado de la Orden de Santiago del año 1603, en el que se nos informa de las dos primeras hermandades de Pasión que, con el tiempo, se convertirán en los fundamentos de nuestra actual Semana Santa. Dichas Cofradías, no sólo nos depararán numerosas sorpresas respecto a sus orígenes y rituales, sino que harán realidad aquella vieja  frase del evangelio de Mateo que recogía que “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Es decir: que en contra de lo que se venía creyendo hasta ahora, la cofradía de mayor antigüedad es la de la Vera Cruz, seguida pocos años después por la hermandad de la Soledad y a más de un siglo de distancia la cofradía de Jesús Nazareno.
 

Aunque si esto nos produce asombro, más nos sorprenderá el conocer que las tres tienen un mismo origen o punto de partida: El extinto convento de San Diego de Corral de Almaguer, perteneciente a la Orden de los Franciscanos Descalzos y situado a las afueras de la villa o, como se decía por aquel entonces, “extramuros de la población”.

Procesión de Bercianos de Aliste (Zamora) muy semejante
 a la de Corral de Almaguer en el Siglo XVII
Y es que si en algo están de acuerdo los estudiosos de la Semana Santa española, es en admitir que las primeras cofradías penitenciales se gestaron en los conventos. Y de entre los conventos, españoles, los Franciscanos Menores también llamados Descalzos o Alcantarinos (caracterizados por la rigurosa observancia de la pobreza, penitencia y austeridad) fueron los que se mostraron más activos a la hora de promocionar e impulsar la creación de este tipo de hermandades. Tanto es así, que hoy en día se considera probado que las primeras cofradías de Semana Santa fundadas en España, fueron las de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo, siempre asociadas a un convento franciscano.


El hecho de que Corral de Almaguer contara con uno de estos convento franciscano desde el año 1581 y éste fuera de los más antiguos del priorato de Uclés, vino a suponer que la primera cofradía fundada bajo su tutela lo fuera en nuestra localidad y bajo la advocación de la Santa Vera Cruz y Sangre de Cristo, por más que en sus trayectos por los pueblos vecinos para pronunciar sus famosos sermones y pedir limosna, los franciscanos alentaran también su creación.

La cofradía de la Vera Cruz 
Si bien se conocen cofradías de la Vera Cruz en España desde la segunda mitad del siglo XV, la controversia sobre la presencia de disciplinantes en sus filas y si ello producía ejemplaridad y fervor, frenó su extensión por toda la Península Ibérica. Sin embargo, a raíz de la resolución del Papa Paulo III de 7 de enero de 1536, concediendo privilegios e indulgencias a la hermandad de Toledo y a todas las de este nombre, se propició la fundación de estas cofradías por todos los puntos de España, especialmente en aquellos pueblos y ciudades que contaban con conventos franciscanos.


Conocemos por los escritos de la Orden de Santiago sobre Corral de Almaguer, que sobre el año 1550 la mujer de Pero López Carbonero mando construir un humilladero (pequeña ermita o templete) en el arranque del camino de la Guardia. Dicho humilladero llevaba el nombre de la Vera Cruz. “… Otrosí se visitó otro humilladero que está fecho, e es fuera de la dicha villa, junto a ella, en el camino de La Guardia, el qual se ha edificado nuevamente por la mujer del licenciado Pero López, defunto. Tiene en medio una cruz de piedra, e un altar con un lienzo pintado con Adán y Eva. Tiene una tierra junto a él para la luminaria de los viernes, e no tiene otros propios algunos ni tiene necesidad de reparo alguno del presente, porque está bien tratado e reparado …” (año 1555)

Procesión de la Vera Cruz de Bercianos de Aliste (Zamora) muy semejante a la de Corral de Almaguer en el siglo XVII
Sabemos que los humilladeros de la Vera Cruz solían ser los lugares en los que finalizaban los recorridos procesionales de estas hermandades. Sin embargo, en los viejos escritos sobre Corral de Almaguer no hemos encontrado por ahora ningún dato que nos haga pensar que cuando se construyó el humilladero ya existía la hermandad. Creemos más plausible que fuera a raíz de la fundación del convento Franciscano cuando se propiciase su creación. Si tenemos en cuenta que el convento se creó en el año 1581 y las primeras noticias de la cofradía provienen del año 1603, debemos concluir que fue entre estas dos fechas –probablemente entre 1581 y 1585- cuando se llevó a cabo la fundación de la hermandad.

Independientemente de la fecha exacta de fundación, lo que si tenemos claro es que la hermandad de la Vera Cruz de Corral de Almaguer era originalmente una cofradía de disciplinantes. Una cofradía que, al igual que todas las de éste nombre, procesionaba en la tarde del Jueves Santo -al término del oficio de tinieblas- presidida por una simple cruz o crucifijo que portaba un fraile o sacerdote, seguido por dos tipos de cofrades: los llamados cofrades de sangre, varones menores de 40 años revestidos con una túnica basta de lienzo blanco que dejaba la espalda al aire para ser azotada durante el trayecto procesional; y los cofrades de luz (enfermos, ancianos y mujeres) que portaban hachas de cera para alumbrar los pasos desnudos de los disciplinantes durante el trayecto procesional y que ayudaban a curar las heridas de los hermanos de sangre una vez acabado el recorrido. Eran pues, procesiones serias, austeras, sin lujo ni boato que, como ocurría en buena parte del país, partían de un convento, ermita u hospital y se dirigían a un humilladero situado a las afueras de la población. (Este es el origen de los viacrucis)
 

Organización interna de la cofradía
Si bien en Corral de Almaguer no se conservan los libros fundacionales, el hecho de que las reglas de las hermandades de la Vera Cruz fueran tan semejantes en toda España, nos permite hacer una aproximación bastante aceptable sobre sus ordenamientos.
Y éstos solían comenzar recogiendo el lugar y fecha de la fundación. Por ejemplo: En el Convento de San Diego de Franciscanos descalzos de la villa del Corral de Almaguer etc ….. en diez días del mes de enero de 1582 etc..
A continuación se recogían los fines para los que se creaba la hermanad, que  casi siempre solían ser “para mayor gloria y honra de Dios y en memoria y remembranza de su Santísima Pasión”
 
Seguidos de la manera de conseguirlo: “y viendo que para esto es necesario estar todos en estado de gracia, todos los cofrades, ansí hombres como mujeres, vayan confesados y comulgados a la procesión que se hiciere el Jueves Santo en la noche etc… porque de esta manera, la procesión que se hiciere y la sangre que se derramare, será obra agradable a los ojos del Señor …”

Recogían después el tipo de personas que podían entrar en la cofradía: “… mandamos que en esta cofradía no entren ni procuren de entrar, hombres ni mujeres que sean de mal vivir, trato y sospecha y vicios malos por donde se proceda escándalo, ruido o riñas entre unos y otros de los cofrades …”

Y terminaban esta primera fase de las ordenanzas recogiendo las indulgencias Papales que disfrutaban los miembros de la  cofradía.
 
Venía después otra parte que trataba de la admisión. Estando reunida la cofradía en cabildo y con el consentimiento de todos los hermanos, se podía ingresar, bien como disciplinante o hermano de sangre -si se era varón sano menor de cuarenta años- o bien como hermano de luz, si se poseía alguna enfermedad, se era mujer o se era mayor de la edad convenida. Todas las cofradías de la Vera Cruz aceptaban mujeres como cofrades con licencia del marido, aunque éstas sólo podían disciplinarse si lo comentaban expresamente en la reunión.


Las mujeres también podían pertenecer a la cofradía de la Vera Cruz
Las cuotas de ingreso. Solían ser distintas según se fuera cofrade de disciplina o de luz, pagando éstos últimos mayor cantidad. En Corral de Almaguer sabemos que la cuota de entrada por estas fechas (1603) era de ocho reales y medio


El Cabildo. Una vez al año se reunía el cabildo formado por todos los hermanos y presididos por el abad o prior, que es como se conocía al clérigo que los acompañaba. En ella se trataba el ingreso de los nuevos hermanos, la elección de los dos mayordomos anuales y otros cargos, la solución de posibles conflictos o enfrentamientos entre cofrades y el pago de las multas impuestas a los hermanos

Venían a continuación las obligaciones de los cofrades. Entre ellas estaban la asistencia a la misa de los viernes en el humilladero (ofrecida por los hermanos difuntos) además del Jueves Santo en la parroquia antes de la procesión y en las dos celebraciones solemnes de la cruz: El día de la invención de la cruz (3 de Mayo) y el de la exaltación de la cruz (14 de septiembre). Rezaban también todos los días 5 padrenuestros y 5 avemarías por las cinco llagas de Cristo, y en algunos lugares las varas de los mayordomos y los pendones llevaban el anagrama de las cinco llagas.
 
La Procesión
Era el acto de culto más importante para la cofradía y el que suscitaba mayor presencia de público. A él estaban obligados a asistir todos los miembros de la hermandad y su ausencia generaba multas. Se celebraba el Jueves Santo al término del oficio de Tinieblas o a la caída del sol y después de escuchar el sermón de un franciscano que les exhortaba a azotarse trayéndoles a la memoria los tormentos de Cristo. Después partían en procesión, bien desde la iglesia parroquial o bien desde la iglesia del convento -que de esto no hay certeza- rumbo al humilladero de la Vera Cruz.

Abría el cortejo un sacerdote o fraile con una cruz alzada y una corona de espinas en la cabeza, al que seguían los disciplinantes en dos filas, descalzos y con túnicas blancas de lienzo tosco que dejaban las espaldas al descubierto. A ambos lados iban flanqueados por los hermanos de luz, que portaban grandes cirios o hachas de cera para iluminar el camino. Durante el trayecto se iban entonando misereres y otros cánticos de penitencia, cerrando el desfile los dos pendones de la cofradía: uno negro y otro colorado, con los símbolos de la pasión o las cinco llagas.


Los látigos con los que se golpeaban los disciplinantes poseían al final unas estrellitas de plata que se introducían en la carne y producían la sangre y las heridas de la espalda, y después de acabada la procesión los hermanos de luz lavaban y curaban las heridas de los disciplinantes con vino cocido. Aunque al principio los disciplinantes iban con la cara descubierta, la aparición de conductas de exhibición por parte de algunos jóvenes para aparentar virilidad ante las damas, hizo que se obligara a los disciplinantes a cubrirse la cabeza.
 
Aunque no podamos trasladarnos en el tiempo para contemplar en directo este mundo de sufrimiento, sangre y misereres heredado de la edad media, para asombro de todos, en el Archivo Nacional de París se guarda una descripción casi fotográfica de la procesión de Corral de Almaguer. Se trata de un documento manuscrito que narra el viaje de unos franceses por la Península Ibérica en la primera mitad del siglo XVIII, al calor de las nuevas ideas de ciencia y progreso surgidas tras la revolución francesa. Nuestros vecinos del norte pretendían reflejar en sus escritos la realidad de un país al que se consideraba atrasado y más africano que europeo. La casualidad quiso que viniendo de Cartagena hacia Madrid, se vieran obligados a pernoctar en nuestra población y se encontrasen con una procesión de rogativas por la terrible sequía de aquel año. Su asombro fue en aumento cuando comprobaron que se trataba nada menos que de una procesión de disciplinantes como las que desfilaban en Semana Santa que, de manera excepcional, repetía sus penitencias para suplicar la lluvia. El relato es el siguiente: “… Y llegaron al Corral de Almaguer, donde se hacían rogativas por la sequía extrema de aquel año, en las cuales el predicador explicaba al pueblo cómo era castigo de sus pecados y les exhortaba a apaciguar la cólera del cielo por medio de penitencias rigurosas. En la procesión de rogativas vieron hombres que llevaban enormes cruces de madera atadas con cuerdas, otros con los brazos en cruz fuertemente sujetos a enormes barras de hierro, otros con pesadas piezas de hierro en los pies. Más los disciplinantes que tanto horrorizaban a los viajeros, adornados aquí con el gorro puntiagudo que caía como máscara sobre la cara. Uno de ellos se disciplinó tan fuerte, que murió aquella noche. Los viajeros vieron las cruces que se habían hecho con su sangre en la puerta de la iglesia y oyeron al fraile predicador que acompañaba la procesión, animar a los penitentes a infligirse mayores penitencias y pegarse más fuerte, llevando él mismo una corona de espinas sobre la cabeza que le teñía la frente de sangre. El espectáculo impresionó tanto a los franceses, poco habituados a estas mortificaciones corporales, que aquella noche no pudieron cenar”
 
Picaos de San Vicente de la Sonsierra y empalao de Valverde de la Vera. Ambas penitencias eran practicadas por la
Cofradía de la Vera Cruz de Corral de Almaguer desde finales del siglo XVI
A partir del siglo XVIII, estas procesiones comenzaron a añadir imágenes a sus desfiles procesionales y concretamente los Cristos amarrados a la columna que se convirtieron en símbolos de estas cofradías, además de las Vírgenes de los siete dolores que cerraban los cortejos.
 
Con la llegada de los ilustrados al poder y su afán de modernización del país (reinado de Carlos III) las cofradías de disciplinantes fueron suprimidas por ser consideradas muestras de barbarie, superstición e incultura popular (año 1777). Como resultado, muchas se extinguieron definitivamente, mientras otras, como la de Corral de Almaguer, tras un largo período de tiempo se refundaron nuevamente en tiempos de Isabel II, aunque ya sin disciplinantes y con muy poco que ver con la original. La nueva cofradía de la Vera Cruz de Corral de Almaguer -la actual- fue pues refundada el 27 de Mayo de 1844, recogiéndose en su preámbulo “… Que por la desgracia de los presentes calamitosos tiempos, se encuentra esta cofradía enteramente extinguida, perdida su cera  y libros en donde estaban consignadas las constituciones o reglas bajo las cuales llenaban el objeto de su creación… ”
 
 
Virgen de los Dolores recién traída
 a Corral de Almaguer (Año 1941)
Tras un nuevo paréntesis durante la guerra civil, en la que se perdieron las antiguas imágenes de Semana Santa (de poca calidad artística según los entendidos de la época, pero muy queridas por el pueblo) las cofradías encargaron las actuales imágenes procesionales a los mejores escultores del momento, destacando especialmente en esta cofradía la escultura del cristo amarrado a la columna (sin sayones) considerada por los entendidos en la materia como una de las mejores obras salidas del taller de don Vicente Tena.


Y ya para terminar, vamos a regalarle a la cofradía de La Santa Vera Cruz -conocida como los blancos- los escritos más antiguos conservados sobre su hermandad, elaborados aproximadamente dos décadas después de su fundación. En ellos se describe el resultado de una visita realizada por la Orden de Santiago a Corral de Almaguer. Dichos escritos –inéditos hasta ahora- son como siguen:
 
 

 

 

 

Cofradía de la Santa Vera Cruz

 
Hallaron por mayordomos de la cofradía de la Santa Vera Cruz a Juan Gómez de Gabriel Gómez y Pedro Sánchez de Quero, los quales, con juramento, declararon que la dicha cofradía tiene los bienes siguientes


Bienes
 
Una haza de tres fanegas de cevada en los carrascalejos

Otra de dos fanegas de cevada junto a Nuestra Señora del Campo

Una casulla de raso blanco con cenefa de terciopelo carmesí, con su alba y amito, estola y manípulo

Un pendón de damasco negro e otro colorado
 
Quenta


Y habiendo hecho revista de las quentas de la visita pasada del Prior, se le hizo cargo a los dichos mayordomos, habiendo precedido juramento dellos, en la forma siguiente:
Cargo


Hízoseles cargo de setecientos e quarenta e ocho maravedíes en que fueron alcanzados Juan Tercero e Juan Martínez de Quero, mayordomos sus antecesores, en la quenta que dieron en ocho de septiembre deste año de seiscientos y tres

Diez e siete reales, de entradas de dos hermanos

Treinta e cinco reales, de quatro fanegas de cevada los veinte e quatro, y los once de la renta de una haza. Y la cevada fue también de renta y se vendió a seis reales. Y doce reales de una fanega de trigo que se allegó de limosna
 
Monta el dicho cargo dos mil novecientos e veinte y dos maravedíes, y declararon los dichos mayordomos no haber otra cosa de que hacerles cargo, por no tener más bienes la dicha cofradía. Y el gasto suelen repartir los hermanos entre sí. Y por haber tan poco tiempo que son mayordomos, no se ha fecho ni tienen descargo por ahora, y se dan por alcanzados en los dichos maravedíes. E lo firmaron: Juan Gómez e Pedro Sánchez de Quero. Francisco de Larrázpuru (escribano)

Los dichos visitadores aprobaron las dichas quentas e condenaron a los dichos mayordomos en los dichos maravedíes del dicho cargo e alcance, y proveyeron el mandato siguiente:

Mandato

Mandaron a los mayordomos e oficiales de la cofradía, que de aquí adelante, en las quentas della, pongan las partidas del cargo y descargo distintamente cada cosa, declarando de lo que es, y no junto como hasta aquí lo han hecho. E lo cumplan so pena de tres ducados por cada vez que lo contrario hicieren, aplicados por iguales partes a gastos del Capítulo General y salarios del caballero que viniere al cumplimiento de los mandatos y la misma cofradía. Firmado: Gómez Velázquez e Alonso de Cerecedo. Francisco de Larrázpuru (escribano)
Rufino Rojo García-Lajara (Marzo de 2016)