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Procesión de Santa Águeda con la alcaldesa de honor. |
Cuentan
las crónicas que Santa Ágata de Catania (conocida en España como
Santa Águeda o Santa Gadea) era una hermosa muchacha de familia
noble que vivió en la isla de Sicilia en tiempos del emperador
romano Decio, o quizás Diocleciano –que de esto no hay
certidumbre-. Rutilante y bella cual fulgurante estrella del
firmamento, no tardó el gobernador Quinciano en poner sus ojos en
la muchacha y hacerla objeto de sus deseos. Pero mira tú por dónde,
como seguidora de la secta de los cristianos, Águeda había
decidido entregar su virginidad a Cristo y dedicar su vida a la
pequeña comunidad religiosa de la isla. Enterado el gobernador de
las intenciones de la muchacha y teniendo en cuenta que pertenecía
a la casta de la nobleza, decidió utilizar con ella un proceso de
reeducación, a base de enviarla al prostíbulo más conocido de la
ciudad, el de Afrodisia, convencido de que, influida por el ambiente
del local, acabaría cayendo inevitablemente en los placeres de la
carne.
Pero
Águeda -que se mostró inflexible en todo momento- decidió
permanecer firme en sus convicciones religiosas y guardar la
virginidad para su señor. Ofendido el procónsul por el terco
comportamiento de la joven, ordenó que la trajeran a su presencia
junto con su familia, para intentar él mismo convencerla mediante
halagos, promesas y amenazas. Sin embargo y lejos de asustarse, la
muchacha se reveló instruida e inamovible en sus opiniones,
debatiendo con el gobernador la veracidad de sus distintos credos
y acusándolo de idolatría por rendir culto a estatuas que
representaban dioses paganos.
Resentido
y humillado, Quinciano ordenó que la encerrasen en prisión por
ver si se doblegaba su voluntad y pasados dos días mandó
llevarla de nuevo ante su presencia. Una vez más Águeda se mostró
firme en sus convicciones, por lo que el gobernador, preso de
rabia, ordenó esta vez que la torturasen sin piedad y le cortasen
los pechos.

Dice
a continuación la leyenda, que estando en prisión malherida se
le apareció un Ángel o San Pedro (que sobre esto tampoco hay
consenso) y no sólo le curó las heridas, sino que le restituyó
los pechos en su lugar. Enterado de nuevo Quinciano, ordeno que se
hiciera una gran hoguera y su cuerpo fuera arrastrado una y otra
vez sobre las brasas ardientes hasta morir
Hay
quien dice que justo en ese momento (otros que al año siguiente)
comenzó una erupción del volcán Etna que amenazó con abrasar
toda la ciudad de Catania. Los vecinos asustados, achacaron la
desgracia a la injusticia cometida por el gobernador sobre la
pobre Águeda y encomendaron sus ruegos a la muchacha,
consiguiendo que la lava se parase poco antes de entrar en la
ciudad.
Desde
entonces, Santa Ágata de Catania (Santa Águeda en España) se
convirtió en la patrona de la isla de Sicilia y a ella se siguen
encomendando sus habitantes cada vez que ruge el volcán.
Sobre
los posibles orígenes de la fiesta
Una
vez más -por fechas y rituales- nos encontramos con una fiesta
cristiana que sustituyó a otra festividad pagana anterior o que
cuenta al menos con un fuerte trasfondo ancestral. Debemos tener
en cuenta que para los habitantes españoles de los primeros
siglos y para todos los pueblos del antiguo imperio romano en
general, no debió resultar nada fácil entender una nueva religión
(la cristiana) basada en conceptos espirituales abstractos y por
lo tanto difíciles de comprender para la gente de la calle. Para
colmo, el cristianismo prohibía las representaciones de dioses en
forma de estatua a las que los habitantes de estas tierras estaban
acostumbrados desde siglos atrás y a las que acudían para rezar,
hacer ofrendas o sacar en procesión. Si tenemos en cuenta además
que por aquellas fechas el analfabetismo se extendía entre más
del 99% de la población y los nuevos rituales se celebraban en
una lengua poco o nada conocida por buena parte del pueblo (el latín),
entenderemos el porqué de la persistencia de los viejos ritos
paganos en nuestros días.
Conscientes
los patriarcas de la dificultad de erradicar las antiguas
costumbres y fiestas paganas entre las gentes de la calle,
comenzaron por interponer celebraciones cristianas en las mismas
fechas de las paganas, para intentar así imponer los nuevos
ritos y que los antiguos fueran poco a poco desapareciendo. De
esa manera, comenzaron a aparecer santos cristianos masculinos y
femeninos abogados de determinadas causas, peticiones y
dolencias, en las mismas fechas y para los mismos objetivos con
que se celebraban algunas de las fiestas protagonizadas por el
amplio abanico de dioses romanos.
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Promesas.
La ofrenda de exvotos a los Dioses y santos es una antiquísima tradición que se remonta a la época Ibérica |
La iniciativa resultó todo un éxito y las antiguas celebraciones acabaron desapareciendo o fundiéndose con las de nuevo cuño. Sin embargo, no fue suficiente para eliminar del subconsciente colectivo la imperiosa necesidad de las gentes poco formadas –que eran la inmensa mayoría- a la hora de dirigirse y enviar sus rezos y peticiones a dioses visibles; dioses tangibles que se pudieran ver y tocar con las manos y a los que orar de tú a tú, hacer ofrendas y solicitar peticiones. Una vez más la iglesia (en este caso la católica) tuvo que ceder y atravesar las líneas rojas de sus propias creencias, para facilitar así la aceptación y el entendimiento de la religión cristiana entre las gentes de la calle.
Surgieron de esa manera las primeras representaciones de Cristo crucificado y la Virgen María en forma de estatua, con gran regocijo y alegría por parte de las gentes del pueblo, que por fin contaban con dioses de carne y hueso (bueno, sus efigies) a los que adorar, venerar e incluso sacar en procesión como habían hecho sus antepasados. Siglos después (finales del siglo XVI) tras la celebración del Concilio de Trento, los templos cristianos se llenaron definitivamente de estatuas de santos y las celebraciones procesionales se extendieron por buena parte de la cristiandad.
Santa
Águeda en Corral de Almaguer
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Talla
de Santa Águeda finales del XVI o comienzos del XVII |
Por
otro lado, Águeda no era un nombre extraño en nuestra población,
pues ya en 1507 encontramos que así se llamaba la hija del
hidalgo Rodrigo Muñoz, procedente de Castilla la Vieja, además
de la mujer de Diego de Ressa Saldaña, Águeda Martínez (la
Montera), cuyos descendientes pasaron a las Indias en 1592 y
muchas otras corraleñas más que los documentos no recogen.
Aunque si de Águedas se trata, la que sin lugar a dudas ocupa un
puesto de honor en estas fiestas, es la mujer del hidalgo Alonso Báñez
quien, según unos viejos documentos fechados en 1611, tras
curarse de un grave dolencia femenina gracias a la intercesión de
Santa Águeda, regaló a la nueva ermita el retablo de San
Ildefonso que se encontraba bajando del altar mayor a la derecha y
que estaba rematado en lo alto por un pequeño lienzo de la Santa.
A esta corraleña se le atribuye también la donación de la talla
renacentista de Santa Águeda que hoy preside la antigua capilla
de la Virgen de la Muela y que las mujeres de la localidad sacan
en procesión.
Santa
Agueda, las mujeres y Corral de Almaguer
Prácticamente
todos los estudiosos de la etnografía y antropología española,
coinciden en relacionar las fiestas de Santa Águeda con las
antiguas “Matronalias” romanas. El calendario romano se
encontraba dirigido por una serie de fiestas religiosas que se
llevaban a cabo para honrar a los distintos dioses de su panteón.
Una de las más famosas, la que se celebraba el día 1 de marzo,
primer día del calendario Juliano, era la de la diosa Juno Lucina
(la que trae los niños a la luz). Durante estas fiestas
denominadas “matronalias” las madres y esposas eran
obsequiadas con regalos (golosinas, dulces, flores y joyas) por
parte de sus esposos e hijos, los maridos recitaban oraciones en
honor de sus mujeres y los esclavos disfrutaban de una comida
especial además de un día libre. Eran las fiestas relacionadas
con el parto y la lactancia, con la fertilidad de los campos y las
personas, donde los roles de las casas se invertían y las mujeres
tomaban el mando y se burlaban de sus maridos.
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Coro de Santa Águeda en el Pais Vasco |
En
otros muchos puntos de la geografía española, como en
Zamarramala (Segovia), son los intercambios de roles masculinos y
femeninos los que imperan en los festejos, ejerciendo el poder las
mujeres por un día (alcaldesas de honor) además de otros
rituales de mofa y burla sobre los hombres, como tirarles harina o
serrín y quitarles prendas de vestir como la boina e incluso los
pantalones. No faltan tampoco los lugares en los que las
embarazadas prenden grandes hogueras para solicitar un buen parto
y otros en los que se realizan cuestaciones casa por casa para
disfrutar posteriormente de una comida de hermandad.
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"Zangona" en Santa Águeda |
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Rosca
de Santa Águeda de Corral de Almaguer y tetas de Santa Águeda de la zona aragonesa |
“Santa
Águeda Mágueda/rabo de gato/tú te lo comes/yo no lo cato”
“Santa
Águeda Mágueda/tiene una mona/le estiras del rabo/y le haces que
corra”
“Santa
Águeda Mágueda/tiene un perrito/que ni come ni bebe/ y está
gordito”
“Santa
Águeda Mágueda/pide la zorra/chorizo magro/para la olla”
Rufino
Rojo García-Lajara (enero de 2016)