INTRODUCCIÓN
Pero
para hacernos una idea de la trascendencia de ese importante tesoro
religioso, debemos trasladarnos antes al último tercio del Siglo XV (época
de los Reyes Católicos), que es cuando comenzamos a tener noticias de
los pueblos de la región.
Y
es que el Siglo XV resultó especialmente conflictivo para el reino de
Castilla. La presencia de monarcas débiles (Juan II y Enrique IV) que
dejaron en sus validos el gobierno de la nación, unido a la
insaciable ambición y continuos enfrentamientos de los diferentes
clanes de la nobleza, sumieron al principal reino de la Península Ibérica
(Castilla) en una continua sucesión de guerras fratricidas, que
culminarían con la llamada Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479)
entre los partidarios de Isabel la Católica y los de su sobrina Juana
la Beltraneja.
Las
consecuencias de esas incesantes guerras nobiliarias, que implicaban
de forma directa o indirecta a los habitantes de los pueblos, se
tradujeron en el hundimiento de la economía de los municipios y en la
extensión de la pobreza y la miseria entre sus habitantes.
En
el año 1478, el panorama de las localidades manchegas incluidas en el
territorio de la Orden de Santiago era especialmente desolador. Tras
el paso de la Guerra Civil de Sucesión, Montealegre estaba totalmente
despoblada y sólo conservaba en pie la casa de la encomienda, aunque
en mal estado. La aldea de Gúzquez, cercana a Villanueva de Alcardete,
pero dependiente del comendador de Villamayor, estaba despoblada y tenía
la casa de la encomienda caída por el suelo. La aldea de Mirabel (que
daría lugar a Miguel Esteban), “era
logar despoblado”. Pedro Muñoz era un lugar deshabitado
dependiente del Toboso y lo seguía siendo en 1495. En 1511 se
afirmaba al hablar de su iglesia: “que
fue parrochia en otro tiempo -siendo logar poblado- e agora está caída”.
Manjavacas, dependiente de la Mota, estaba también despoblada.
Belmontejo, cerca del Horcajo, estaba deshabitado en 1498, aunque
todavía permanecía en pie su iglesia “la
qual es una iglesia alta e de buenos edificios”. Villaverde,
cerca de Villamayor, sólo tenía 9 vecinos en 1495 y la casa de la
encomienda “está
toda caída salvo una sala que tienen las paredes enhiestas”.
En el año 1500 Palomarejos, cerca de la Puebla de Almoradiel: “es
un caserío en el qual viven quatro o cinco vecinos… está en ella
una iglesia derribada”. En 1511 vivía en Pozorrubio un
vecino, Pedro de León, que había construido unas buenas casas.
Corral
de Almaguer no sólo no se libró de las consecuencias de las guerras
nobiliarias, sino que como segunda localidad en habitantes del
Priorato de Uclés, se vio envuelta directa e indirectamente en las
diferentes contiendas, perdiendo primero su castillo en tiempos de
Juan II y posteriormente las murallas de la villa en la guerra de
sucesión castellana. Algunos edificios, como la ermita de la Virgen
de la Muela, fueron totalmente arrasados en los enfrentamientos,
mientras otros, como las antiguas casas de la Encomienda, tuvieron que
ser restaurados en profundidad.
EL TESORO PARROQUIAL
Curiosamente
y a pesar de tanta destrucción y miseria, la iglesia parroquial de
Corral de Almaguer seguía atesorando por esas mismas fechas la mayor
colección de orfebrería religiosa de toda la comarca. Mientras en
algunos pueblos de alrededor se contentaban con un cáliz y no siempre
de plata, el inventario de la iglesia parroquial de Corral de Almaguer
en el año 1494 era francamente espectacular, tanto por la cantidad
como por la calidad de sus objetos litúrgicos.
Pero
veamos cómo nos lo describen los escritos de la época (año 1494):
“..Una
cruz de plata grande, labrada la mançana de maçonería, la qual está
en poder del comendador Collado por cierta plata que puso en el pie a
la dicha cruz..”. Se trataba de una cruz gótica grande
-como las que existen en las catedrales- adornada con imágenes,
esmaltes y filigranas de plata, a la que el comendador Juan Collado
había decidido regalar el pie de manzana o “macolla”
donde se incrustaba la cruz para sacarla en procesión. Esa macolla
-por cierto- había sido cincelada por un platero de Llerena
(Badajoz).
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La primitiva custodia
procesional de Corral
de Almaguer, debió tener un
aspecto muy
semejante a esta otra de
Cuevas de Cañar
(Teruel), a tenor de los
escritos
de la Orden de Santiago.
|
“En
la visitación que hizo el obispo de Berito (Beirut-Líbano)
por comisión del Prior Don Juan de Velasco, paresce que había cinco
cáliçes con sus patenas, e agora no se hallan más de quatro”
“El
uno es dorado con su patena que tiene las armas del Infante”.
Era el cáliz más espectacular de la parroquia, pues estaba realizado
en plata sobredorada con baño de oro, adornado con el escudo del
Infante Enrique de Aragón
y varias Cruces de Santiago esmaltadas en el pie.
“Otro
cáliçe está en Ocaña a adobar”. Lo de adobar significaba
reparar. Es decir que se encontraba en Ocaña para su arreglo, dado
que desde la expulsión de los judíos dos años atrás, Corral de
Almaguer se había quedado sin plateros.
“Otros
dos cáliçes blancos tiene empeñados el dicho Antón Sánchez,
mayordomo”. Nos habla de dos cálices de plata en su color,
empeñados por el mayordomo –como hemos comentado anteriormente-
para obtener dinero líquido con el que pagar las obras de la iglesia.
Si esos cálices desaparecían o no eran recuperados posteriormente,
el mayordomo estaba obligado a reponerlos de su bolsillo o se le
embargaban de sus bienes.
“Otro
cáliçe dicen que se dio a fray Simón Fernández por los órganos,
con su patena”. En este caso sabemos que, con el permiso del
Prior, al organero que hizo los primeros órganos de la parroquia (Fray
Simón Fernández) se le pagó su trabajo -entre otros bienes-
con un cáliz de plata con su patena.
“E
otro cáliçe con que dicen misa los cofrades de Santa María
(Magdalena) con su patena e la copa dorada”. Este cáliz, de
plata sobredorada, es decir con baño de oro, era propiedad de la
cofradía más antigua de la población, la cofradía gremial de la
Magdalena, que ya contaba con retablo propio en la primitiva iglesia
(muy probablemente denominada de Santa María Magdalena), donde oían
misa sus componentes.
“Otro
cáliçe pequeñito para comulgar de obra de tres onzas de plata”.
Este era el utilizado a diario
“Un
incensario de plata que pesa dos marcos con sus cadenas”.
Los incensarios de plata eran una rareza en los pueblos (donde lo
normal era que fueran de hierro o peltre), por lo que su presencia por
esta época en una parroquia, era signo de riqueza.
“E
unas ampollas de plata de obra, de seis onzas”. En
este caso nos están hablando de recipientes de plata labrados para
contener el óleo utilizado en ciertos rituales y el “olio
informorum” con el que se ungía a los enfermos y moribundos
durante la extremaunción.
A
lo largo del Siglo XVI, el tesoro de la parroquia no pararía de
crecer y renovarse, de forma paralela al crecimiento y desarrollo de
la población. Para que nos hagamos una idea, en el año 1600 la
iglesia de Corral de Almaguer poseía nada menos que tres cruces
procesionales -al estilo de las grandes catedrales- y sus objetos litúrgicos
de plata y ornamentos sagrados, bordados en relieve con hilos de oro y
plata, eran francamente espectaculares.
MAESTROS PLATEROS
En
lo que se refiere a los artífices de estas obras de arte y a pesar de
la escasa documentación al respecto, sabemos por algunos escritos de
la Orden de Santiago que uno de los cálices de Corral de Almaguer era
obra de Francisco Becerril, el gran orfebre de la Catedral de
Cuenca y uno de los más afamados plateros españoles del Siglo XVI.
Que la macolla de la gran cruz procesional de la parroquia –donación
del Comendador Collado- la había realizado un platero de Llerena
(Badajoz). Conocemos también que Juan Ramírez, platero de
Ocaña afincado en Toledo, autor de las mazas del Ayuntamiento de
aquella ciudad y de varios trabajos para la Catedral, fue el artífice
de una segunda cruz procesional para la parroquia de Corral de
Almaguer, por la que cobró 17.000 maravedíes en el año 1515 (sin la
manzana o macolla). Sabemos que en 1524, otro platero denominado Jerónimo
de Guadalupe, cobró 600 maravedíes por la hechura de un cáliz
para una de las capellanías de la iglesia y que en el año 1600 se
pagaron 500 reales al platero Gregorio de Baroja (uno de los más
afamados artífices de Toledo), por hacer un nuevo cáliz para la
ermita de la Virgen de la Muela, (que pesaba 4 marcos y una onza y
media) con la plata procedente de una corona y un cáliz viejos.
Pero
como dice el Eclesiastés -por poner un ejemplo acorde con el tema que
nos ocupa- “todo tiene su
tiempo y cuanto existe bajo el sol tiene su hora”. Y el fin del
espectacular tesoro de la iglesia parroquial
de Corral de Almaguer llegó tras la invasión francesa y el
robo y la rapiña de los soldados galos durante la Guerra de la
Independencia (1808-18012). Para colmo de males, algunos de los pocos
cálices que se habían salvado, propiedad de las ermitas y
Monasterios en su gran mayoría, fueron posteriormente vendidos
durante la desamortización de Mendizábal.
Pero
no todo se perdió. A pesar de la destrucción de las guerras, las
confiscaciones, incautaciones, roturas y deterioros, la iglesia
parroquial de Corral de Almaguer conserva aún en perfecto estado, una
de aquellas espectaculares cruces procesionales del siglo XVI que
formaban parte del tesoro parroquial. Los avatares del destino,
quisieron que sobreviviera también a la destrucción de la última
Guerra Civil, gracias a los mismos republicanos amantes del arte y la
cultura que salvaron los cuadros del Museo del Prado. Conocedores de
la riqueza artística que albergaba la población, incautaron todos
los cuadros y obras de arte que encontraron a su paso, tanto en la
iglesia, como en el Monasterio de Clausura y en las casas principales
de la localidad. Junto a los cuadros, se llevaron también dos
bibliotecas de familias principales, además de varios muebles
valiosos y la cruz procesional de la parroquia de Corral de Almaguer.
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La
Cruz procesional de Corral de Almaguer (112 x 59 cms) según
fotografía del Conde de Cedillo fechada entre 1905-1910. |
El
bueno de don Prudencio ignoraba que existía una fotografía anterior
a la Guerra Civil que le hubiera ayudado a encontrar la perdida
manzana de la cruz procesional. Gracias a esa fotografía realizada
por don Jerónimo López de Ayala (Conde de Cedillo) entre 1905 y 1910
para su Catálogo Monumental de la Provincia de Toledo, hoy podemos
conocer el aspecto completo de la cruz procesional de Corral de
Almaguer.
LA CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER
Algunos
Datos Históricos
Se
trata de una bellísima cruz procesional, construida en el último
cuarto del Siglo XVI, con el estilo manierista propio de finales de
siglo, pero también con algunos tímidos detalles geométricos que
anuncian ya la pureza de líneas y formas del XVII.
En
el Libro de Visitas de la Orden de Santiago fechado en el año 1603,
se contiene la siguiente descripción:
«Una
cruz de plata grande dorada labrada a lo romano, el pie de manzana
ochavado en relieve con figuras de Nuestra Señora e Apóstoles e con
unos esmaltes encima de los tabernáculos azules. E la cruz ansimismo
labrada a lo romano con muchas imágenes y esmaltada de azules y
verdes, que pesa toda con pie, sin la madera, quarenta e siete marcos,
e cinco onzas con su madera. La qual se hizo en lugar de otra que había
en el tiempo de la visita pasada, labrada de maçonería que pesaba
treinta e dos marcos e siete onzas».
Además
de aportarnos datos sobre la frecuencia de renovación de las cruces
procesionales, ya fuera por caídas y roturas durante los desfiles
religiosos, ya por considerarlas pasadas de moda (En la parroquia de
Corral de Almaguer hay constancia de estos dos extremos), el presente
documento nos informa supuestamente sobre la fecha de su construcción:
«La qual se hizo en lugar de otra que había en el tiempo de la
visita pasada». El problema es que la última visita conocida
data del año 1562 y es bastante probable que desde esa fecha hasta el
final de Siglo hubiera alguna más. Es por ello que, como mayor
aproximación, nos atrevemos a datar la cruz en el último cuarto del
Siglo XVI.
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Detalle
del Cuadrón Central. con la Jerusalén Celestial grabada en
el fondo y el Cristo crucificado en primer término. |
Datos
técnicos, estructurales y ornamentales
Se
trata de una cruz de plata sobredorada, excepto el cuadrón central
por la cara anterior que aparece en el color de la plata
original, así como los pares de óvalos o cabujones historiados que
adornan cada brazo y pie de la cruz, en otro tiempo cubiertos de
esmaltes verdes y azules, y en la actualidad adornados con picados de
lustre.
La
presente cruz, fabricada con gruesas planchas de plata fundida,
cincelada y grabada, sobre alma de madera, presenta forma de cruz
latina, con una medida aproximada de 70 x 59 centímetros y se ajusta
en su morfología al diseño recogido por Juan de Arfe Villafañe en
su libro “De Varia commensuración para la esculptura y
architectura (1580-1585)“. Es decir: brazos planos de contornos
rectos o ligeramente ondulados (mixtilíneos), con un ensanche hacia
la mitad y extremos abultados con forma romboidal resaltada por
perillones.
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Comparativa
entre la Cruz procesional de Corral de Almaguer a la izquierda y la de Juan de Arfe Villafañe a la derecha. |
Desde
el punto de vista de la ornamentación, la cruz se encuentra
profusamente adornada, con la decoración manierista propia de finales
del Siglo XVI y las primeras formas geométricas del XVII. Es por ello
que, sobre un fondo de cartelas, cueros recortados y espejos, se
intercalan en cada brazo dos cabujones con inscripciones latinas y dos
placas cuadrangulares (rectangular la del centro y cuadrada la del
final) con escenas grabadas de la Pasión de Cristo. El contorno
perimetral de cada brazo, se encuentra resaltado por las terminaciones
de las cartelas y por “ces” engarzadas con remates en forma de
flama, en cuya concavidad se alojan sendos espejos. Las terminaciones
romboidales de cada brazo, aparecen resaltadas a su vez, por espejos y
cabezas de querubines alados, de los que surgen los perillones que las
coronan.
El
cuadrón central es redondo, con una greca que recorre todo su perímetro
y con la Jerusalén celestial burilada como fondo en su parte
delantera, mientras en la trasera aparece un robusto relieve
sobredorado de san Juan Bautista en la edad adulta, señalando con el
dedo al cordero místico. El cuadrón se encuentra a su vez resaltado
en su exterior, por cuatro alargados pináculos que surgen entre los
cuatro brazos de la cruz
El
conjunto está presidido por una bellísima figura de Cristo muerto,
de bulto redondo y de suaves líneas anatómicas. Se trata de un
crucificado de tres clavos con formas apolíneas y la cabeza inclinada
hacia abajo y a la derecha. No lleva corona de espinas y el breve paño
de pureza anudado hacia el lado derecho, deja entrever en todo su
esplendor las formas anatómicas del desnudo masculino.
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La
desaparecida manzana o macolla de la Cruz Procesional de
Corral de Almaguer era un excelente ejemplo de orfebrería renacentista de finales del Siglo XVI |
ICONOGRAFÍA
Si
por algo destaca la cruz de Corral de Almaguer, además de por su
factura y bellas proporciones, es por su riqueza iconográfica. Tanto
el árbol como los brazos de la cruz, se encuentran decorados con
abundantes relieves sobre la Pasión de Cristo (8 por cada lado),
intercalados con el mismo número de frases bíblicas en latín,
procedentes del antiguo y nuevo testamento.
ANVERSO
DE LA CRUZ
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Anverso
de la Cruz Parroquial de Corral de Almaguer (Museo Parroquial) |
Brazo superior o Cúspide de la Cruz
Comenzando
por el anverso y en su parte superior o cúspide, encontramos una
placa cuadrada con el clásico relieve
del Pelícano alimentando con su sangre a sus polluelos,
símbolo claro del sacrificio de Cristo para redimir a los hombres
y clara metáfora de la Eucaristía.
Un
poco más abajo descubrimos uno de los cabujones ovalados picados de
lustre, con una frase bíblica grabada en su superficie. En este caso
“VICIT LEO DE TRIBU” que nos viene a recordar el apocalipsis
en su capítulo 5 versículo 5, que dice textualmente: (He aquí el león
de la tribu de Judá).
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Relieves
del Pelícano y Cristo Resucitado, en la cúspide de la Cruz Procesional de Corral de Almaguer |
Descendiendo nos encontramos con una nueva placa de forma más o menos rectangular, en la que aparece el relieve de la Resurrección de Cristo triunfante, con los soldados que custodiaban la tumba estupefactos y caídos a sus pies.
Finaliza
esta parte del árbol de la cruz, con otro cabujón ovalado que
contiene la frase latina más repetida en esta cruz:
“LAVIT NOS A PECATIS”, que se correspondería con el capítulo
1 versículo 5 del Apocalipsis de San Juan, que dice textualmente:
Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo y se traduciría como (Nos
libró de nuestros pecados con su sangre)
Brazo
Derecho
En
el extremo de este brazo, nos encontramos con un bello relieve
cuadrado que representa El
Prendimiento y beso de Judas, símbolo de la traición de los
hombres. Se trata del momento justo en el que Judas, con la bolsa del
dinero en la mano, besa a Jesús. La escena es muy dinámica y alberga
muchos personajes, en su mayoría soldados romanos.
Si
continuamos en dirección al cuadrón central, descubriremos un nuevo
cabujón con la frase bíblica anteriormente mencionada,
“LAVIT NOS A PECATIS” que se repite igualmente en el otro óvalo
que alberga el brazo derecho.
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La
Oración en el Huerto y el Prendimiento y beso de Judas,
adornan el brazo derecho de la Cruz Procesional de Corral de Almaguer |
A continuación nos encontramos una nueva placa en relieve con la Oración en el huerto de los olivos y con la representación de Cristo orando en el momento en que un ángel le presenta el cáliz y los apóstoles duermen ajenos a lo que estaba por acontecer.
El
otro óvalo o cabujón que aparece a la izquierda de la placa
anteriormente mencionada, recoge como ya comentamos, la frase más
repetida de la cruz: “LAVIT
NOS A PECATIS” lava nuestros pecados o límpianos de nuestros
pecados
Brazo
Izquierdo
Al
final del brazo izquierdo, encontramos una bella placa cuadrada con el
relieve del Lavatorio de los
pies, en el momento en que Pedro le reprocha a Jesús que sea él
el que los lave. En la escena aparecen también la Magdalena y varios
apóstoles de fondo.
Siguiendo
con la simetría de los brazos de la cruz, a continuación aparece un
cabujón ovalado con la frase
“ECCE FILIUS TUUS” que recoge el momento en que Jesús se
dirige a su madre y le dice: mujer ahí tienes a tu hijo (Juan 19,
26-27).
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El
Lavatorio de los pies y el Ecce Homo en los relieves del brazo
izquierdo de la cruz procesional de Corral de Almaguer |
Entre el anterior cabujón y el siguiente, encontramos una placa rectangular con el relieve del Ecce Hommo. Cristo aparece sentado con la caña en las manos a modo de cetro, ante la burla de los soldados romanos de su alrededor.
El
siguiente motivo ornamental, pegado ya al cuadrón central,
es otro cabujón historiado, pero cuya frase latina es difícil
de traducir, por encontrarse muy desgastada y tapada en parte por el
brazo del crucificado. Con todo y con eso, parece leerse “OMNES
HOMINES VIDENT EVM” Frase extraída del Libro de (Job
36,25) que viene a significar que Todos los hombres lo pueden ver.
En
el extremo de esta parte de la cruz, justo en la zona de la que parte
el vástago que la unía a la macolla, encontramos una placa cuadrada
con un bello relieve de Jesús
camino del calvario, en el momento en el que el Cirineo se ofrece
para ayudarle a soportar el peso de la cruz. La escena es contemplada
por las Santas Mujeres.
En
dirección al cuadrón central, lo siguiente es un cabujón ovalado
con la frase: “PRINCIPATUSS
V.P.H.” una frase grabada en uno de los ángeles del puente de
Sant’Angelo de Roma, que recoge un escrito del profeta Isaías capítulo
9 versículo 6 (Principatus super húmerum eius). Su gobierno cae
sobre sus hombros.
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El
relieve de Jesús camino del Calvario con el Cirineo y las
Santas Mujeres y, más arriba, la Flagelación de Cristo tapada en parte por el crucifijo |
El
siguiente ornamento del pie de la cruz en dirección al cuadrón
central, lo constituye otro cabujón con frase bíblica, que en esta
ocasión no hemos podido traducir por encontrarse tapada totalmente
por el crucificado.
Como
el pie del árbol de la cruz es más largo que el resto de los brazos,
queda aún un espacio por decorar hasta llegar al cuadrón central,
ocupado por una placa rectangular con motivos geométricos y un óvalo
o espejo liso que limita ya con el centro de la cruz y que podemos
apreciar mejor en el reverso de la cruz.
REVERSO DE LA CRUZ
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Reverso
o cara posterior de la Cruz procesional de Corral de Almaguer (Museo Parroquial) |
El
extremo de la cúspide de la cruz, al igual que el anverso, se
encuentra ocupado por una placa en relieve cuadrada que representa
en este caso a la Verónica
arrodillada, en el
momento en que muestra el paño con el que había limpiado la sangre
y el sudor de la cara de Jesucristo.
Descendiendo
hacia el centro de la cruz, encontramos un cabujón con la frase:
“TRAHE ME POST TE”. Una
profunda reflexión del Cantar de los Cantares (Cap.1 Vers.4) que
viene a significar “Llévame en pos de tí” y que puso título a
un bellísimo motete del gran compositor español del renacimiento
Tomás Luis de Victoria, así como del gran compositor italiano de
la misma época Giovanni Pierluigi Palestrina.
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La
Verónica en la parte superior y el Padre Eterno en la
inferior, decoran esta parte de la Cruz procesional. |
A continuación encontramos, al igual que en el resto de los brazos de la cruz, otra placa en relieve -en este caso rectangular- que recoge la figura de Dios padre portando el orbe con la mano izquierda, mientras bendice con la derecha.
Termina
la decoración de esta parte de la cruz, otro cabujón con fondo de
picado de lustre, en el que se contiene la frase: “IND CREDI ET
IN AB V” que viene a significar: In Deo credi et in ab uno
vero Deo. (Creo en Dios y solo en un Dios verdadero)
Brazo
Derecho
Al
final del brazo derecho, donde la cruz se ensancha en forma
romboidal, encontramos una placa cuadrada con un bellísimo relieve
que representa El llanto
sobre Cristo muerto. La Virgen, con tocas de luto, sostiene el
cuerpo inerte de su hijo en la clásica postura de la Piedad, acompañada
por la Magdalena y San Juan a los pies de Jesús y un bote de
perfume para embalsamarlo. En posición erguida, José de Arimatea y
Nicodemo comentan el escaso tiempo del que disponen para
embalsamarlo y enterrarlo.
Como
en el resto de los brazos y en dirección al centro de la cruz, lo
siguiente es un cabujón con la leyenda “FASCÍCULUS
MIRRE”. Una frase extraída del Cantar de los Cantares del rey
Salomón, que en su capítulo 1 versículo 13, recoge en su
totalidad: mi amado es para mí como un ramillete de mirra
que reposa entre mis pechos.
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Los
relieves del Llanto sobre Cristo Muerto a la derecha y San
Juan Evangelista a la izquierda ornamentan el brazo derecho de la cara posterior de la Cruz. |
El siguiente motivo decorativo de la cruz es, una vez más, una placa de aspecto rectangular con el relieve en este caso del apóstol San Juan Evangelista aún mozo, sentado y con las manos entrecruzadas en actitud orante, mientras en las rodillas descansa un largo rollo de pergamino como símbolo de su faceta de escritor del apocalipsis. Junto a él, la presencia del Águila que lo representa en las diferentes iconografías.
Acaba
la decoración del brazo derecho, al igual que ocurre en los otros
brazos, con un cabujón picado de lustre que alberga en relieve una
frase muy relacionada con San Juan: “ECCE
FILIUS TUUS”, pasaje del Nuevo testamento, concretamente del
Evangelio de San Juan (Juan
19, 26-27), en el que Cristo en la cruz se dirige a su madre y le
dice: “mujer ahí tienes a tu hijo”.
Brazo
Izquierdo
En
el remate del brazo izquierdo, encontramos una placa cuadrada con el
relieve del Entierro de
Cristo, en el que José de Arimatea y Nicodemo trasladan el
cuerpo de Jesús a la tumba de piedra que se trasluce al fondo de la
escena. La Virgen en el centro llora desconsolada con las manos
entrecruzadas, mientras San Juan, detrás de la Virgen, intenta
confortarla.
El
siguiente motivo decorativo es, al igual que en el resto de los
brazos, un cabujón picado de lustre, con una frase bíblica, en
este caso “LAVIT NOS A
PECATIS” grabada en su superficie. Frase que ya comentamos con
anterioridad por ser la que más se repite en la cruz y que se
traduce como: Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo (Nos libró
de nuestros pecados con su sangre).
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Los
relieves del Entierro de Cristo y la Virgen Dolorosa,
decoran el brazo izquierdo de la cara posterior de la Cruz procesional. |
Continuando hacia el centro de la cruz, encontramos una placa de forma rectangular, con el grabado de la Virgen arrodillada y descalza con los brazos cruzados sobre el pecho en actitud de desesperación y cubierta con las tocas de luto. Una iconografía que recuerda a la Virgen de los Dolores.
Finaliza
la decoración del brazo con otro cabujón que alberga la misma
leyenda que el anterior y que como ya conocemos, recoge la frase: “LAVIT
NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo
(Nos libró de nuestros pecados con su sangre).
Pie
de la Cruz
En
el remate de esta parte de la cruz, justo en el lugar donde se unía
a la macolla, aparece una placa cuadrada con un precioso
relieve del Descendimiento de la Cruz. Un relieve dotado de
mucha plasticidad, en el que los personajes de La Virgen, San Juan,
la Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea, se esfuerzan en bajar el
cuerpo de la cruz.
Le
sigue hacia arriba un cabujón con la ya consabida frase repetida en
esta cruz de Corral de Almaguer: “LAVIT
NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo
(Nos libró de nuestros pecados con su sangre).
Continúa
en dirección ascendente con una placa de forma más o menos
rectangular, que contiene el relieve de la
Magdalena Penitente sentada mirando al cielo y con los brazos
abiertos.
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El
pie de la cruz, en su cara posterior, nos muestra los
relieves del Descendimiento y de la Magdalena penitente. |
Siguiendo la superficie del pie de la cruz en dirección hacia el cuadrón central, nos encontramos con un nuevo cabujón historiado que recoge en este caso la frase: “PATER SI POSIBILE”, extraída del evangelio de (Mateo 26, 39) que en su totalidad recoge: PATER SI POSIBILE EST, TRANSEAT AT ME CALIX ISTE. (Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz).
Al
igual que ocurriera en el anverso, al tratarse de una cruz latina,
el pie es más largo que el resto de brazos, por lo que queda un
espacio extra por decorar en dirección al cuadrón central.
Superficie que se encuentra ocupada por una placa rectangular en el
color de la plata, con un fondo decorado con motivos geométricos y
vegetales. A dicha placa le sucede en dirección ascendente y
limitando ya con el crucero, un óvalo o espejo sobredorado con la
superficie totalmente lisa.
CONCLUSIONES
La
cruz procesional de Corral de Almaguer es un magnífico exponente de
la platería renacentista de finales de siglo (de gran mérito la
calificó el Conde de Cedillo), en la que conviven las formas y
representaciones iconográficas del último tercio del Siglo XVI,
junto a las incipientes muestras de decoración geométrica del
XVII.
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Detalle
del Cuadrón central por su cara posterior, con el relieve
de San Juan Bautista adulto señalando con el dedo al Cordero místico |
La
presente cruz, cuya falta de macolla le hace perder esbeltez, ha
sufrido con el paso de los siglos el desgaste y maltrato propios de
su función procesional, tal y como parecen confirmar algunos golpes
y desgastes constatables en los relieves, la presencia de dos
antiguos orificios en la sujeción posterior de los brazos de la
cruz, además de la pérdida de los esmaltes de los cabujones y la
posible reordenación de estos últimos en alguno de los arreglos.
Rufino Rojo García-Lajara (septiembre de 2020)
Agradecimientos
Anécdota
(Un Cruzazo en la cara del Cardenal Tarancón)
No puedo dejar pasar la ocasión que me brinda este trabajo de investigación, sin contaros una curiosa y divertida anécdota o batallita -que ya uno peina canas desde hace tiempo- que aconteció allá por los años 1969 o 1970 -no recuerdo bien la fecha- y que tuvo por protagonista la referida cruz procesional de la parroquia. Andaba éste que suscribe por aquel entonces oficiando de monaguillo en la iglesia, bajo la supervisión del entonces párroco don Adolfo Arganda Martínez (de triste recuerdo en Corral de Almaguer por culpa de un gato).
Hacía pocos meses que don Vicente Enrique Tarancón había sido nombrado Cardenal Primado de las Españas y por lo tanto titular de la diócesis de Toledo. Dentro de su labor pastoral, la visita de las parroquias de la diócesis era un trámite que no todos los prelados desempeñaban con gusto, pues suponía traslados, prisas y molestias de todo tipo, entre agasajos de autoridades y besos y más besos del anillo. Pero don Vicente era hombre de carácter y no se amilanaba con semejantes minucias.
Para una localidad manchega olvidada de la mano de Dios, como Corral de Almaguer, la visita de un cardenal suponía todo un acontecimiento y una movilización generalizada de personas, autoridades y cosas, con la intención de agradar al ilustre visitante y que no pensara que Corral de Almaguer no seguía siendo ese orgulloso y altivo pueblo de alta alcurnia y rancio abolengo, católico, apostólico y romano, que sobresalía entre las localidades de la comarca.
Como la iglesia era, sin lugar a dudas, uno de los lugares que más iba a frecuentar el cardenal, se tocó zafarrancho de combate y por arte de birle y birloque aparecieron gentes por todos lados que pusieron patas arriba la parroquia y la dejaron como los chorros del oro. Recuerdo, como si lo estuviera viendo, la bajada de las numerosas lámparas de araña que alumbraban por aquel entonces el interior de la nave principal, (especialmente la pesada araña que iluminaba el crucero) compuestas por cientos de prismas y lágrimas de vidrio que colgaban de sus estructuras y que había que limpiar minuciosamente para que brillasen en todo su esplendor.
Y puesto que la ocasión lo requería, se había extendido también la alfombra roja de las grandes solemnidades y a los monaguillos nos habían traído la sotanas y los roquetes buenos, que sólo se utilizaban el día de la función y que lavaban y planchaban con esmero las llamadas por los sacristanes "monjas de la pata suelta". Todo debía estar preparado y en perfecto orden, por lo que monaguillos y sacerdotes habíamos estado ensayando los distintos movimientos y pasos a seguir durante la recepción y posterior misa de acción de gracias, que oficiaría el cardenal tras su llegada a Corral de Almaguer. El acontecimiento era tan importante, que este que suscribe fue encargado por el cura para ir a recoger la Cruz procesional de la parroquia, escondida celosamente en el convento de las monjas encerradas, con el objeto de ponérselo difícil a los posibles ladrones.
Y llegó el día. Las gentes del pueblo se amontonaban en la plaza mayor para ver al Cardenal, pero dejando un pasillo entre la casa del cura -que es donde aparcaría el coche de su eminencia- y la puerta principal de la iglesia que permanecía abierta de para en par. Mi misión en todo este asunto, situarme detrás de un reclinatorio de terciopelo rojo dispuesto a la entrada de la iglesia y acercar la pesada Cruz procesional a la cara del Cardenal, para que éste la besase al entrar en el templo, en lo que los sacerdotes conocían como "dar a besar el lignum crucis", por más que la cruz de Corral de Almaguer no contuviese ningún trozo de la cruz de Cristo.
Pero pasaban las 12 de la mañana y allí no aparecía nadie. Los nervios no tardaron en hacerse evidentes entre sacerdotes y autoridades, y la intranquilidad de los vecinos apostados en la plaza, fue haciéndose cada vez más patente. El reloj de la iglesia tocó la campana de los cuartos y los componentes de la recepción se miraban sorprendidos y resignados, no faltando el agorero que pronosticaba ya una posible avería o accidente del mercedes de su Ilustrísima.
De pronto, los murmullos de la gente aumentaron de volumen, a la vez que -efectivamente- un mercedes negro y cromado hacía aparición al otro lado de la plaza. Sin esperar a que le abrieran la puerta, el Cardenal Tarancón descendió del coche, dispuesto a recuperar el tiempo perdido. Sin detenerse demasiado en saludos y besuqueos de anillo por parte de las autoridades, el prelado se dirigió a todas pastilla hacia la iglesia, obviando vivas e intentos de saludos por parte de los vecinos. Los "aceleros" del Cardenal eran más que evidentes, como evidentes eran también los nervios de los sacerdotes que lo esperaban a mi alrededor. Cuando por fin entró en la iglesia derecho hacia el reclinatorio, don Adolfo, que estaba detrás mío nervioso como un flan, me dio un fatal empujoncito en la espalda, para advertirme de que estuviera atento a la hora de ejercer mi función protocolaria. El problema es que ese inesperado empujoncito, no solo hizo que ejecutase mi función diligentemente, sino que la ejecutase además con todas mis ansias. Es decir: que en el mismo momento en que el cardenal se arrodillaba en el reclinatorio ayudado por la inercia que traía y sin posibilidades ya de frenada, yo extendía la cruz hacia su cara con todas mis fuerzas, deseoso de cumplir mi cometido con eficacia. Como resultado: el cardenal Tarancón estampó su cara y sus gafas contra la cruz procesional que yo seguía sujetando con fuerza, ante las miradas de estupor de los sacerdotes.
Consciente de que le podía haber roto la nariz al mismísimo Cardenal Primado de España, en vez de seguir solemnemente en procesión hasta el altar, lo que hice fue tomar un atajo por un de las naves, como alma que lleva el diablo, y dirigirme a la sacristía. Una vez allí, dejé la cruz encima de las cajoneras y, en vez de volver a ocupar mi puesto en la misa como estaba estipulado, lo que hice fue desvestirme y salir pitando hacia mi casa, para esconderme en un viejo pajar a la espera de que la Guardia Civil acudiera en mi captura (Algo que mi mente de niño peliculero tenía claro que sucedería en cualquier momento). Sin embargo, el tiempo pasaba y allí no acudía nadie, y lo que es peor, mi cuerpo flojeaba por culpa del hambre y el olor a comida. Vamos que decidí presentarme en casa como si nada hubiera ocurrido, si bien debo reconocer que no pude relajarme hasta bien entrada la noche. Todavía tuvieron que pasar siete días más hasta que decidí volver a la iglesia, para comprobar que ya nadie se acordaban del suceso.
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